Pobre niña aquella, la que una noche salió con la intención de verte y se encontró con una lluvia en el alma al verte en brazos de otra niña.
Pobre niña aquella, la que tuvo que aguantar su alma en pena, dibujando sonrisas por horas con tal de no desmoronarse en frente tuyo ni de tu niña.
Pobre niña aquella, la que se volvió a su casa, sola, con el corazón roto, su alma destrozada y las lágrimas en su pálida cara.
Pobre niña aquella, la que alguna vez creyó que sería ella la que estaría en tus brazos, besando tus ásperos labios, protegida por tus caricias.
Querida pobre niña, a ti te escribo, mañana será otro día, el calor del sol calmará tus penas y serás nueva, para otro hombre que sí te valore, ¡no te rindas pequeña!
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